¿Y si nos enseñaran a morir?

20150302_231457 (1)Cuando nacemos nadie se preocupa en enseñarnos a morir. Y eso a pesar de que es inevitable. Está ahí, es lo único de lo que tenemos certeza y aun así intentamos no enfrentarnos a ese desenlace previsto.

Morir tiene que ser fácil, no así la manera de traspasar este mundo en el que nos ha tocado vivir. Aunque cierto es que hay personas que mueren en vida, quienes  viven tras su muerte y quienes desean ser recordadas en el tiempo a pesar de que sus hechos deberían haberles acompañado en el más allá.

Siento una enorme suerte por trasladar estas pequeñas sensaciones tras haber tenido la oportunidad de leer VIVIR HASTA DESPEDIRNOS de Elisabeth Kübler-Roos con fotografías de Mal Worshaw. Quizá sea el libro que he leído con más sentimiento, siendo consciente de que un día yo también traspasaré la barrera de la vida para ir….aún no lo tengo claro del todo.

Esta pequeña lectura recoge las vivencias de unos cuantos enfermos terminales que conscientes de su final afrontan sus últimos días con valor, aceptando el destino, muchas veces cruel por llegar la muerte antes de lo deseado. Y es digno de ver cómo intentan solucionar sus asuntos no resueltos para afrontar su propia transición en paz y equilibrio.

Son pacientes que deciden rebelarse contra las técnicas establecidas y afrontan sus últimos tiempos alejados de la medicina tradicional, muchas veces en sus propias casas, al calor de sus seres más queridos, preocupándose más por la calidad de vida que por la cantidad de vida.

La autora, junto con el fotógrafo que ilustra la obra, nos muestra su trabajo a la hora de preparar la despedida de quienes se saben ya de viaje y los diálogos verbales y no verbales de éstos y sus familiares. Y es precisamente estas experiencias las que me han producido un anhelo de melancolía al recordar a los míos que ya no están y al darme cuenta de que quizá esta lectura debió haber llegado hace unos años para comprender mejor algunas desgraciadas vivencias.

Sólo el recordar me hace llorar y añorar a quien, o quienes, han sido muy importantes en mi vida. Y esto me produce dolor y sentimientos contradictorios.

La lectura de esta pequeña obra me ha empañado los ojos al sentir como propios algunos de los casos y al interiorizar que en muchas ocasiones, a pesar de que la vida es injusta, los que se tienen que ir lo hacen en paz, sabiendo del cariño de quienes les rodean y asumiendo que cuando la muerte toca a la puerta poco podemos hacer más que sonreírla y marchar con dignidad.

Eso sí, los que se quedan tendrán suerte si han tenido la ayuda necesaria para entender que a la muerte se la mira de frente y que las personas podemos dar el salto estando preparados para ir en paz.

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